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“paul gauguin”

Autorretrato (1893) de Paul Gauguin

Mujeres tahitianas con flores de mango (1899), de Paul Gauguin

Paul Gauguin conoció al pintor holandés en París y quedó fuertemente impresionado por el modo en que éste conseguía plasmar sus inquietudes vitales en unos lienzos rebosantes de expresividad. En 1888 incluso se desplazó a Arlés con la intención de trabajar conjuntamente con Van Gogh, pero las incompatibilidades de carácter dieron espectacularmente al traste con el proyecto al cabo de tan sólo unas pocas semanas.

El París artístico de finales del siglo XIX era un torbellino. Un pintor bien podía alcanzar el cielo en poco tiempo o caer condenado en el infierno. Los impresionistas, por ejemplo, habían sido denostados primero y ensalzados después. De ese París huía en 1891 Paul Gauguin. Su destino: el paraíso en la tierra, Tahití, en la Polinesia francesa. Dejaba París sin apenas haber vendido un cuadro y sin demasiados amigos en el mundo del arte. Manet le tildaba de “dictador”, y Monet de “pintamonas”.

Este cuadro inauguró un toque peculiar presente en las obras posteriores de Gauguin: tituló sus composiciones en maorí, la lengua autóctona de la región de Papeete en la que vivió.

La cama de los colores, desde ese lugar, completamente inmóvil, Frida Kahlo trazaba su proyección a nivel mundial.

Después de su accidente, Frida se sometió a más de 30 cirugías.

Paul Gauguin, el pintor que nunca encontró el paraíso

‘Te aa no areois’ (‘La semilla de Areoi’) (1892)

Theo Van Gogh, hermano de Vincent y comerciante de arte, financió a medias la estancia de Gauguin para que hiciera compañía al artista holandés. Trabajaron juntos durante dos meses, generalmente en el mismo motivo a la vez.

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